martes, 24 de julio de 2018

Diagnóstico y cronificación en Salud mental

Foto encontrada en internet libre de derechos
¡Buenos días!

Ayer tuve el enorme placer de conversar largo y tendido (y dis-tendido) con la reconocida psicóloga clínica Annette Kreuz Smolinski, Directora del Centro de Terapia familiar FASE 2 en Valencia, https://ctff-fasedos.com/equipo e impulsora de la C.L. Memorial Public School en Bara-Banki, India, https://clmemorialschooltrust.com. Nos debíamos esta conversación desde hace tiempo y pronto continuaremos dialogando.

Hablamos de lo humano y lo divino, de nuestras ideas, de nuestras vivencias cotidianas y -¡cómo no!- mucho mucho mucho de Psicología.


Entre los diferentes temas que abordamos apareció el del diagnóstico en Salud mental. No voy a hacer ahora un alegato en contra de eso y mis palabras son responsabilidad exclusiva mía. Annette no tiene por qué estar necesariamente de acuerdo con lo que voy a decir. Que conste. Pero destacó algo de lo que muchas veces nos olvidamos. O muchas veces me olvido yo, vaya: la cronificación del diagnóstico.

 ¿Qué se está haciendo -yo no, que no estoy habilitado como clínico y no estoy facultado para eso- cuando no solo se diagnostica un trastono mental desde los criterios del DSM si no que, además se dice: "y eso no tiene curación; es para toda la vida"? ¡Uf!

Pues se está justo eso, cronificando la supuesta enfermedad mental. ¡Ojo! Cuando digo supuesta eso no quiere decir que las personas diagnosticadas no sufran intensos momentos de tremenda tristeza, miedo, oir voces o similares. En absoluto. Sufren. Y mucho. Y tampoco estoy diciendo que, en ocasiones, no sea necesario algo de medicación que ayude en primera instancia a la persona a calmarse, a resituarse de alguna manera en el contexto de sus experiencias vitales ciertamente dolorosas y transitar hacia conversaciones y relaciones que puedan abrir posibilidades dialógicas al discurso del déficit biológico para toda la vida...

He dicho que no iba a hacer un alegato contra el diagnóstico. Y no lo haré. Es muy posible que en determinados contextos de Salud mental este se haga puntualmente necesario. Por ejemplo en interconsulta, derivación o como tema de conversación con la persona diagnosticada. En este último caso, efectivamente, puede ser útil para estirar la conversación, para intentar encontrar el/los autorelato/os que escape/en a la historia única de vida, siguiendo las orientaciones terapéuticas narrativas. Historia que sí suele ser generada por el diagnóstico y, quizá sobre todo, por la cronificación.

¿Cuál es la diferencia entre decir "soy esquizofrénico" y "tengo esquizofrenia"? No quiero extremarme demasiado y proponer, incluso, eliminar la palabra "tengo" además de "soy", claro. Esto lo dejo, de momento, para otra discusión. ¿Es posible hablar usando otros términos? ¿Es factible evitar el relato cronificante?

No tengo pruebas empíricas acerca de esa posibilidad. Pero otros sí (ver, por ejemplo, Seikkula & Arnkil, 2006). Y más las tendrán pronto (¡ánimo Annette, que seguro que podrás llevar tu investigación a cabo!).

No quiero alargarme mucho. Tan solo pretendo que esto pueda ser un motivo de reflexión. Y por eso me permito citar (de nuevo; ya lo he hecho varias veces) uno de los artículo más interesantes a estos respectos de los últimos tiempos:

Lo que los encuestados sugieren es que, cuando se enfrentan a problemas, la interacción con otros es más útil que el diagnóstico. De hecho, como Hari (2015) ilustra en el caso de la adicción, los problemas que son actualmente descritos como ‘químicos’, ‘biológicos’ o ‘neurológicos’, son generalmente el subproducto de relaciones sociales. Esto eleva una pregunta importante: ¿estamos obligados a indagar sobre una comprensión alternativa al sufrimiento personal? ¿Qué pasaría si nuestra atención se desviara de la búsqueda del apropiado diagnóstico, evaluación, examinación o respuesta, y en vez de eso nos enfocáramos en examinar las condiciones sociales más amplias y cómo esos problemas pueden ser, en realidad, respuestas ‘lógicas’ a esas condiciones? Este es el foco que nos llevará más allá del estado terapéutico.  McNamee, 2015, p.380.

Referencias:

McNamee, Sheila (2015). Radical presence: Alternatives to the therapeutic state. European Journal of Psychotherapy & Counselling Volume 17, Issue 4, 2015. 373 - 383. Special Issue:   Beyond the Therapeutic State. Traducción al Español por Cecilia Muñoz.

Seikkula, Jaakko & Arnkil, Tom Erik (2006). Dialogical Meetings in Social Networks. London: Karnac.





1 comentario:

  1. La afición a diagnosticar no aparece de la nada. Philippe Pinel definió 4 diagnósticos que le eran útiles para agrupar pacientes según su comportamiento. A partir de ahí "cada maestrillo su librillo" conforme su propia teoría de la mente humana.
    A principios de los 50 se publicó la primera versión de los DSM (recomiendo encarecidamente leerse el prólogo). Según ellos mismos, la finalidad era 'la comunicación entre clínicos y la elaboración homogénea de estadísticas'. Nada más. (pretendían que, en lugar de describir un cuadro clínico completo, bastara con decir algo como "000-x23")
    Es a partir de los 80, con la toma de la psiquiatría por las farmacéuticas y su necesidad de "enfermedades concretas para medicamentos concretos" (la nueva legislación a partir del desastre de la Talidomida) que se elabora "el traje nuevo del emperador". Hemos acabado creyendo que cuando alguien dice "esquizofrenia" se está refiriendo a algo concreto y definido, casualmente una enfermedad medicable.
    Pere

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