miércoles, 23 de octubre de 2019

A vueltas con la realidad. O por qué me he pasado a la novela...

Foto: Richard Schünemann

Bueno, tampoco es que me haya pasado del todo solo a la novela. Es decir que continuaré escribiendo algún que otro libro de ensayo. Por ejemplo, uno acerca de mi «hipótesis sobre la mente humana como intención, sentido y acción»; del que ya he hablado en alguna ocasión. Todo llegará (aquí un resumen de por dónde irán las cosas).

Pero sí que parece ser más o menos cierto que últimamente dedico más tiempo a escribir novela que ensayo. Así, mientras la ya publicada La esencia de las cosas, https://www.laesenciadelascosas.info, va haciendo su caminito, estoy escribiendo otra novela, todavía sin título. No, no es una continuación de La esencia... Todo llegará también.

Como digo en algún otro lugar, es que me da mucho gusto escribir cosas sin tener que demostrarlas ni argumentarlas. O sea que quien las lea pueden gustarle o no, puede creérselas o no; pero no es necesario que esté de acuerdo o en desacuerdo con lo que cuento en mis narraciones.

Las narraciones literarias son siempre verdaderas y no hay ningún motivo para ponerlas en duda. Las narraciones científicas o ensayísticas también son literatura; aunque de otro orden. Estas tratan de mostrar la realidad «tal cual es». Aquéllas simplemente «son», con independencia de su contrastabilidad empírica, demostración matemática o peso estadístico.

Como asegurarían los primeros filósofos nominalistas en el Siglo XI más o menos (Roscelino y Abelardo; no les dio tiempo a más tal y como se encargó la patrística cristiana en vigor de aquellos tiempos) las cosas son por lo que «se dice de ellas»; no por lo que «son en sí». Esto me recuerda —ya más en la actualidad— a John Shotter cuando, tomando como ejemplo Esperando a Godot de Samuel Beckett (1956), afirma que “También la «mente» es, a mi entender, una entidad hecha de palabras como «Godot», un artificio retórico, y lo que se dice de ella sirve para sostener una forma particular de vida ideológicamente estructurada” (1993, Realidades conversacionales. La construcción de la vida a través del lenguaje. Buenos Aires: Amorrortu. P. 130). Véase cómo John parte de una obra literaria (más concretamente una ficción teatral) para hacer una afirmación que, sin dejar de ser controversial, puede generar más de una reflexión. Tanto como lo pueden hacer las experiencias relatadas de la vida cotidiana.

Hace poco, durante un taller organizado por el equipo de Encuentros Prácticas Narrativas en Buenos Aires (¡gracias por todo, así como a las instituciones y personas que colaboraron y a todas y todos las/os participantes!) estuvimos un buen rato dialogando acerca de eso, de qué es la realidad. Estuvo interesante. En un momento dado pasó volando por el cielo un avión y lo tomamos como ejemplo de que eso era real. Parece que llegamos a un acuerdo: «sí, el avión vuela» (aunque parezca increíble; esto lo añado yo). Y doy fe de que vuela. 

Efectivamente, pocos días antes viajé por ese medio a la Ciudad de Córdoba junto a Viviana Pereira y Alejandra Szir (se te echó de menos, Mónica Lajous) para otro taller con Co-construcciones espacio colaborativo (Mónica González, Kathrin Seefeldt y más). A la ida ningún problema. La vuelta fue terrible, el avión no paraba de moverse y ya el piloto avisó al despegar que estábamos rodeados de tormentas. No me gusta mucho que digamos volar. Me da miedo. Y además, ese justo día y gracias a un pequeño juego con mis amigas Vivi y Ale, no me tomé previamente mi habitual dosis de Diazepam para estos eventos. 

Ocupábamos tres asientos y yo iba en medio. Las marcas que dejé en las manos de mis amigas apretándolas con fuerza con la esperanza de rebajar un poco mi terror eran totalmente reales. Otra cosa, y que también apareció durante nuestra conversación en Buenos Aires, es ¿tenía el mismo sentido —significado si se quiere— nuestro vuelo que el del resto de pasajeros? ¿Sus intenciones eran las mismas que las nuestras? ¿Es posible que alguien que viajó durante una hora en ese mismo vuelo no tuviera el mismo nivel de terror y ansiedad que yo mismo y además sin ninguna capacidad de acción aparte de la confianza en la pericia del piloto o la esperanza de una muerte rápida e indolora, aunque no deseada? Pues sí, parece todo bastante posible. O sea que no puedo negar en absoluto que el avión vuela y que confío en la experticia del piloto. Pero los hechos allí acontecidos no tienen la misma intención, sentido y significados para mí que para el resto de viajantes. Capacidad de acción como praxis, ninguna, desde luego.

Volviendo a Shotter, una de las personas que más nos ha inspirado en el Construccionismo social —al que yo ya añado «relacional (Gergen), histórico y cultural»—, me acuerdo de un comentario que hice ayer en mi muro de Facebook al hilo de esta viñeta que me gustó mucho. Si vuelvo a nombrar a Shotter es porque nuestras palabras, nuestros comentarios, no son nunca solo nuestros; surgen de algún lado, aunque las ideas no deberían de estatizarse ni quienes las generan idolatrizarse. En este caso surgen de lo aprendido de Shotter, el también nombrado Gergen y muchas y muchos otras/os. También de los hábiles pilotos de avión y de los ingenieros que los diseñan y los obreros que los fabrican.

Esta es la magnífica viñeta:



Y este mi comentario:

“Cuanta más construcción social, más realidad, obvio. «Más construcción social» es más acuerdo sobre lo real o irreal que algo puede ser. Incluso sobre el grado de verdad o mentira que algo posee. Destaco especialmente la palabra «grado» como un concepto procesual, no estático. Ni siquiera estético.

Al contrario de lo que muchas veces se cree, «construcción social» no tiene que ver con «irrealidad», «mentira», o «post-verdad». Más bien al revés (siendo procesualmente gradual* lo de «al revés»). Excepto si se cree que hay alguna realidad que nos trascienda, que sea esencial, sustancial, no-contextual, a-histórica, auto-referenciada, trans-cultural, supra-humana.

Y creer eso -o no creerlo- es cuestión de fe. Y la fe es super-respetable. Tanto como que un padre o una madre le diga a su hija o a su hijo que ya es hora de irse a dormir. O que la hija o el hijo tenga sueño, claro...

¡Me encantó la viñeta!

*O «gradualmente procesual»

(PD. Otro día hablaremos de relativismo…)”

Me voy a seguir narrando mi nueva novela.

¡Hasta pronto!

Josep

“Los fenómenos no están «ahí afuera» esperando a que un investigador llegue hasta ellos (…) no estamos buscando más ficción ni más creencia. ¡Lo que queremos es más realidad y más conocimiento!”. Latour, Bruno (1999). La esperanza de Pandora. Ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia. Barcelona: Gedisa. Ps. 166 y 167.